mi nombre... mi nombre es cecilia. tengo veinte años pero el mundo pasa muy rápido a veces, las imágenes parecen sucederse sin ningún fin, y pasan y pasan y yo, espectadora, observo todo. me quedo con lo especial, me quedo con lo que quiero. me gusta el invierno porque me puedo abrigar lo que sea necesario para salir a caminar sin fin, me gusta tomar café y que la gente me mime a veces. también me gustan los caleidoscopios porque crearon un mundo aparte para mi, y a veces me sorprende el hecho de que necesiten tanta luz. porque todos necesitamos luz, de alguna manera u otra. a nadie le gusta vivir en la oscuridad. los fines de semana siempre quiero que haya sol, para poder hacer cosas que me gustan. de todos modos la lluvia es felicidad, yo pienso que la gente debería sentirse más libre los días de lluvia, porque podés salir a correr y a mojarte y eso es divertido. mi idea de libertad tiene que ver un copo con eso: todos tendríamos que hacer lo que queremos, cuando queremos, ¿sino para qué vivimos? reprimir los sentimientos, por más extraños que sean, es un error. de esos yo cometí muchos en mi vida. no me gusta equivocarme, pero a veces es la única manera de aprender. por suerte, no me da miedo. lo que sí me dan miedo son las arañas, porque aparecen sin que te des cuenta y tienen muchas patas. por eso no abro la ventana de mi habitación, las plantas del jardín están plagadas de esos bichitos que yo no quiero ver. mi abuela cuida las plantas acá, y tiene un patio enorme lleno de plantas verdes. a veces me gusta descalzarme y regar, porque uno deja de prestar atención a las cosas a su alrededor y se concentra en eso y nada más. es como detener el tiempo para usarlo en algo tan productivo como crear vida. además me gusta la música, aunque mis amigos digan que escucho canciones que son deprimentes. los estados de ánimo no tienen que ver con lo que escuchás, tienen que ver con cómo te comportás frente a lo que pasa a tu alrededor. eso lo aprendí hace poco. también aprendí a decir lo que siento, porque ya dijimos que no está bien reprimir sentimientos. tengo la costumbre de sentarme en el colectivo y abrir la ventana para que el viento me despierte. cuando viajo también me gusta mirar a la gente, siempre encuentro personas muy diferentes a mi y me gusta adivinar en qué están pensando. también me gusta mirar para arriba cuando camino: la gente está muy concentrada mirando por donde van y se pierden el cielo azul, cómo la luz pasa entre medio de las hojas de los árboles, los señores que limpian ventanas, las cúpulas de los edificios, alguna señora simpática mirando por el balcón... pero lo que más me gusta es encontrarme con algún nene pequeño, siempre se asombran con lo más simple. lo más puro se encuentra ahí, en darle importancia a las cosas que realmente son importantes. al final del día solo deberiamos pensar en que es hora de distraerse del mundo y nada más.
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